He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

jueves, 5 de abril de 2018

¿Por qué viajar?

Si por fin tengo ya tu atención, continuemos. ¿Por qué viajar va a ser la solución? Muy a menudo nos dan consejos acerca de adónde viajar, pero es raro que alguien nos diga por qué tenemos que hacerlo. Algunos se han posicionado en contra del hecho de viajar aduciendo que es inmoral, pero ¿es más inmoral que la vida que te espera en Londres? Son los mismos que dicen que los vicios se cultivan mejor fuera, como si nuestro país estuviera a salvo de ellos.
Hay muchos tipos de viajero: orgullosos, inquisitivos, melancólicos, sentimentales, inocentes. Por otro lado, Sterne dice que en realidad sólo se deja el país por tres causas: enfermedad del cuerpo, imbecilidad mental o inevitable necesidad. Debo añadir una cuarta, que en realidad es un racimo de varias: se puede viajar para conocer, para aprender a ver, preguntar, juzgar, discurrir, tratar y hablar mejor. Los romanos, de hecho, consideraban viajar como parte de su educación, y por eso mandaban a sus muchachos a Grecia. Antes de ser legisladores, Pedro el Grande o Licurgo fueron primero viajeros.
Es probable que tú vayas a ser recordado (seguro que serás un retrato en una galería de la mansión de tus descendientes). Pero ¿es que no quieres tener algo que recordar tú?
Debes viajar para ver las cosas a escala 1:1, para abandonar tus absurdas opiniones sin cocinar, fulminando con una luz potente las tinieblas de la confusión. Porque la parte que no vemos del mapa es siempre muda.
Debes viajar para abrirte a nuevas emociones y conclusiones sobre el temperamento de las naciones. Porque cambiando de lugar, cambiamos también de pensamiento (los filósofos griegos ya estaban convencidos de la capacidad pedagógica del movimiento). Debes viajar para tocar el fuste de las columnas. 
Debes viajar para entender realmente qué es la libertad y hasta qué punto estás encadenado aquí, probablemente a la pata de una mesa de Ye Olde Chesire de Fleet Street.
Medimos el universo con arreglo a nosotros, viajamos en primera persona del singular, porque somos nosotros los que sufrimos la fatiga y las contrariedades, y nosotros los que aprendemos. Por eso debes viajar porque, si lo haces, te encontrarás frente a frente contigo mismo, porque tú eres el principal destino del viaje. Me dirás que eso también podemos hacerlo en casa, pero, paradójicamente, si te quedas, darás un mayor rodeo.
Debes viajar, sobre todo, porque te aseguro que la luna en la bahía de Nápoles supera a cualquier atardecer mortecino en Cornualles.

Del libro El Grand Tour, guía para viajeros ilustrados [2017] de Daniel Muñoz de Julián [1982- ], que me acaba de regalar María y que estos días estoy gozando como un enano...

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